“Pretendemos llevar a Cristo sin necesidad de hablar de Él”

Entrevista al hermano José Luis Navarro, Monasterio de Notre Dame de l’Atlas (Marruecos)

Tras vivir su particular conversión, vistió ya de adulto el hábito de la Trapa. Enamorado de los poetas y místicos sufís, la vida de este monje español está llena de un Dios, que a menudo calza las sandalias de Allah. Entre campanada y campanada hay un sitio para nuestro encuentro. Entre oración y oración, el hermano José Luis, tiene el tiempo suficiente para desgranarnos las razones de su presencia en el remoto Monasterio de Notre Dame de l’Atlas.


Él en realidad pertenece al Monasterio cisterciense de Santa María de la Huerta. En medio del verde de Soria debió sentir la atracción de los desiertos lejanos y su mística, debió sentir una llamada al encuentro con la religión hermana del Islam. Por ello se encuentra desde hace ya varios años en este monasterio legatario del espíritu de Tibhirine (Película “De Dioses y hombres”), situado en un extremo de la ciudad marroquí de Midelt.

El hermano José Luis lleva el espíritu del encuentro religioso en su alma. Para él no representa esfuerzo alguno llegarse hasta el otro que profesa otra religión, que llama a Dios con distinto nombre. En las charlas que hemos mantenido, hemos podido atestiguar su cercanía con la religión del Profeta. Maneja los términos en árabe, conoce al detalle la cultura y el calendario religioso musulmán, pero sobre todo ha hecho suya su mística.

Tras diferentes conversaciones informales, hacemos realidad la “amenaza” de poner grabadora sobre la mesa, pues tal es el disfrute contagiante de este hombre cuando habla de ese Dios, “que los hombres distintos llamamos con distintos nombres”. (Lanza de Vasto)

¿Qué es lo que te llevó a abrazar la vida monástica?

En un momento quise llevar una vida cristiana más radical. Deseo vivir mi cristianismo en comunidad. Creo que es más evangélico compartir la vida. La opción contemplativa me proporciona además una mayor facilidad para progresar en la vida mística.

¿Qué representa para ti una vida cristiana más radical?

Representa una existencia más integral, poder volcar la vida entera a la Realidad superior. Para ello es necesario que el seguimiento del Señor sea maduro. La atracción por la simple liturgia o los cantos gregorianos no es motivación suficiente. Ha de haber algo más hondo. De la misma manera una atracción física nunca puede ser el apoyo único de una relación de pareja. Tras un tiempo eso se pasa.

¿Y de la cultura árabe y musulmana, qué es lo que te ha atraído?

Estar aquí me ha permitido otra forma de ver el Islam. Es la religión que tiene mi amigo Jalil, o mi amigo tal… Ya no es algo lejano, esa religión tiene rostros concretos y cercanos.
Para el dialogo interreligioso entiendo que es muy importante el aspecto relacional, el sentimiento de amistad con quienes profesan otra religión. La religión está formada, al fin y al cabo, por seres humanos.

¿Qué te ha dado el Islam?

“Dios está más cerca de ti que tu vena yugular” dicen los musulmanes. Veo mucha coherencia entre la vida y la fe en los practicantes del Islam. Lo profano y lo sagrado no representan para ellos compartimentos estancos, todo es un conjunto. Ello es algo que hemos perdido en Occidente, donde contemplamos dos esferas distintas: la vida social y la espiritualidad. En el Islam esas dos esferas están integradas. Me consta que para muchos en Occidente eso representa un atraso. Para mí no lo es, más al contrario representa un coherencia, una vivencia más intensa de la fe.

La palabra musulmán indica “sometido a Dios”. El Islam es muy anterior a la saria que fue una legislación de los reyes omeyas.

¿Qué habéis aprendido junto a los musulmanes?

Con ellos hemos aprendido a vivir esa presencia constante de Dios. Con ellos hemos aprendido también un nuevo sentido del ayuno, del perdón, del arrepentimiento puro, de la reparación del daño causado… Son aspectos a los que el Islam les concede una especial importancia.

De cualquier forma, hay muchos aspectos concordantes con nuestra propia religión. Al fin y al cabo es el Espíritu el que inflama todos los credos. El espíritu se manifiesta en las diferentes culturas a través de las religiones. Estamos hechos todos a imagen de Dios. Todos llegaremos a la Verdad y nos disolveremos en ella.

¿Ese Espíritu que inflama, como bien apuntas, todas las religiones, no puede quedar ahogado en medio de una vida monacal monótona y excesivamente repetitiva, en medio de unas oraciones prácticamente iguales cada día?

Nunca hay dos días iguales. Primero que la liturgia lleva cada día sus salmos y oraciones diferentes. Después que nuestra vida no se basa exclusivamente en la liturgia, en las formas. Las formas son sólo camino. Nuestra vida desborda el momento de la oración y las cuestiones regulares.

¿No hay peligro de anquilosamiento en unas formas que son tan antiguas?

Sí puede haberlo. Existe el peligro de caer en rutina, sin embargo deseo puntualizar que también las fórmulas repetitivas proporcionan paz. Son oraciones de la Iglesia para las que estamos poniendo nuestra boca. Prestamos nuestra voz, nuestro cuerpo para unas plegarias que se rezan a lo largo de toda la geografía mundial. Aceptamos desde la humildad una oración, no particular, sino de Iglesia entera, una oración que en realidad no es nuestra, que simplemente vocalizamos. Somos meros instrumentos y transmisores. Las variaciones son muy pequeñas en una y otra orden en cuanto al recitado de los salmos o las oraciones de las horas.

¿Hasta qué punto os ha marcado lo que ocurrió en Tibhirine en vuestra vida cotidiana?

Totalmente. Consideramos providencial la escritura previa del testamento por parte de Christian. Ese testamento proporciona sentido y visión a todo lo que ocurrió después. El testamento invita a no culpar a los que les mataron y hace de lo ocurrido una entrega de amor al pueblo al que querían. Es muy diferente eso a considerarlo como un crimen de carácter religioso.

Hubo una clara opción de los hermanos de Tibhirine a quedarse allí con todas las consecuencias. Ello nos anima a nosotros a proseguir con su labor.

¿Cuál es la razón de ser de un monasterio cristiano en un entorno casi absolutamente musulmán?

Hemos optado por vivir aquí en medio de los musulmanes una vida en gratuidad, es decir, no esperamos nada a cambio, por supuesto no esperamos conversiones, no deseamos que las haya.

Por el hecho de estar aquí no va haber más cristianos o más vocaciones. Estamos conviviendo, es decir “viviendo con”. Pretendemos llevar a Cristo sin necesidad de hablar de Él, tal como invitaba a hacer el padre Christian aludiendo al misterio de la Visitación. No tiene lugar aquí hablar de teología, pretendemos que ellos vean al Cristo en nosotros.

¿Hay alguna sombra de proselitismo?

Nunca entre los católicos, sí ha habido algunos casos de proselitismo entre los protestantes y eso ha motivado expulsiones. El resto de los cristianos estamos por la convivencia.

Vds. contribuyen, por lo que observo, de alguna forma a mermar la distancia entre la cruz y la media luna…

Hay veces que me toca ser “embajador de los musulmanes” en medio de un mundo cristiano; proclamar que el musulmán no es ningún enemigo, que es igual que nosotros, que sigue al mismo Dios con el mismo amor que nosotros, buscando el mismo Reino de Dios que nosotros.

Una Iglesia próxima a los musulmanes, que no tiene ningún interés especial de conseguir nada de ellos, ayuda a que los propios musulmanes adquieran un buen concepto de los cristianos. Hay hermanas que aquí en Midelt o en Tattiwine están volcadas enteramente en los más necesitados y saben que eso no les va a reportar ningún beneficio concreto de vuelta.

¿Cómo vivís el diálogo interreligioso?

Lo vivimos en el día a día, en el tú a tú, en el compartir sus alegrías y sus penas, en el festejar sus celebraciones y que ellos festejen las nuestras… Acudimos a sus duelos, a sus entierros, a sus circuncisiones… Su fiesta principal, denominada Aïd el Kibir, la celebramos nosotros también. Es la fiesta grande, la fiesta del cordero que puede durar hasta tres días. Nos llaman de unos y otros sitios y nosotros vamos. Ellos están orgullosos de nuestra presencia en esas fiestas.

Hacemos también el Ramadán, al igual que cumplimos con la Cuaresma. El Ramadán son treinta días.

¿Correcto, pero a nivel más global cómo concibes ese diálogo?

Si la Primera Realidad para todos es Dios, el camino está abierto. El Punto de fusión ya es percibido. Dios es el Centro de todas las religiones. Una vez establecido ese Centro, el diálogo es sencillo, sobre todo si lo abordamos desde la mística.

¿Y eso a nivel práctico…?

Descubriéndonos uno con Él. El diálogo interreligioso es fruto del amor a Dios. Una vez me dijo un imán. “Solamente hay un Dios y por lo tanto es el mismo para los dos. ¡Lailahailala! (“Sólo hay un Dios”)

El místico Hallaj llegó a decir “Yo soy la verdad” y eso le costó la vida. En realidad quiso expresar que había llegado a un profunda unión con la Divinidad.

¿Podríamos concluir, por lo tanto, que de la mano de la mística es más sencillo el encuentro entre las religiones?

Por supuesto, aunque desde una visión canónica estricta, este misticismo puede ser considerado un panteísmo. Juan de la Cruz tuvo que explicar esa mística con poemas, pues de lo contrario habría acabado seguramente en la hoguera. Teresa expuso también como pudo esa vivencia similar, esa plena armonía con Dios y con cuanto la rodeaba. Francisco de Asís se expresa de forma parecida cuando se dirige al Hermano Sol y a la Hermana Luna. Son teofanías, manifestaciones de Dios. No hay que admirar las cosas al igual que a Dios, pero sí como manifestaciones de Dios. Esa teofanía no ha terminado, ni puede terminar.

¿La tradición sufí está particularmente abierta a este encuentro?

Cierto, entre los sufís el Objeto y el Fin se hacen Uno mismo. Por ejemplo, en el dirk (oración conjunta en formación circular y en movimiento) de los sufís, al igual que en hesicanismo, la materia, que es el nombre de Dios, y el objeto de la oración que es Dios, representan lo mismo. Todo está en unión plena con Dios, su cuerpo, sus sentidos, sus espíritus… En esos momentos de éxtasis penetran en la armonía del mundo. Algo semejante ocurre con los derviches. Giran en armonía con la propia tierra que a su vez gira, con los planetas que también giran, con las constelaciones igualmente en movimiento… Todos están sumidos en la misma armonía.

¿Y la Iglesia ideal del mañana, cómo la concibe José Luis?

Confío en el Espíritu. Confío en que la Iglesia institución sea en el futuro menos institución. Confío en un Vaticano III, confío en que la Iglesia católica devendrá en verdad católica es decir universal… Confío que en ella entrarán todos, no sólo los “amigos”. Desde nuestra propia parcela hemos de aceptar al otro diferente también en el seno de nuestra Iglesia.

La Iglesia ideal será cuando hayamos construido el Reino de Dios. El Reino será. La evolución tiene que llegar a su punto de plenitud. No puede salir mal si la empezó Dios. Todo llegará. Dios funciona con otros tiempos.

¿Cómo ves el entronque de la Iglesia con la nueva espiritualidad sin nombre que está emergiendo?

Hay mucha gente con el corazón abierto y algo surgirá de todo esto. El espíritu de la nueva espiritualidad se encuentra en realidad en nuestros propios místicos clásicos. Lo podemos encontrar en nuestro santo cisterciense, S. Elredo de Rieval, lo podemos encontrar en el Maestro Eckhart, en Tomas Merton…

¿Función de la religión en nuestros días?

Hablar de Dios es inclusión, sin embargo hablar de religión puede implicar exclusión. Los peldaños de las diferentes religiones nos deberían llevar a Dios. La vidriera hace ver la luz que hay detrás. La vidriera es la religión.


Koldo Aldai
Entrevista realizada en septiembre de 2011
Fundación Ananta

1 comentario:

  1. Queridos hermanos me mueve escribirles el leer tan grata entrevista...comparto el mensaje del padre Jose Luis y creo que el Espíritu de Dios sigue sobrevolando la tierra y sólo busca almas buena donde anidar. ...No pregunta, sos cristiano...musulmán...o...sólo busca almas buenas. ..
    Bendiciones hermanos y que el Espíritu los colme de bienes espirituales y los haga santos...
    Graciela

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