La experiencia espiritual que provoca el cine

«La experiencia espiritual que provoca el cine en cada persona está hecha de historias vividas y compartidas»

Entrevista a Luis García Orso, S.J., un experto y apasionado del cine


Luis García Orso es un sacerdote jesuita apasionado del cine y experto en el tema; ha participado en una buena cantidad de festivales y encuentros cinematográficos como juez y conferencista, tanto en México como en el extranjero. Es autor de varios libros, entre ellos Imágenes del espíritu en el cine y Cómo aprovechar la espiritualidad en el cine; es miembro de Signis, asociación católica mundial para la comunicación. Sus artículos sobre las novedades fílmicas aparecen en publicaciones nacionales e internacionales.


¿En qué sentido se puede hablar de «espiritualidad del cine»?

Cuando vemos una película entramos en contacto cercano con historias humanas y, en ellas y a través de ellas, con el «espíritu» de hombres y mujeres, es decir, con aquello que anima a esas personas, las guía, les da sentido a sus vidas, las hace amar y luchar, salir adelante y lograr sus esperanzas, las ayuda a vivir por algo que vale. Es en este sentido como hallamos una «espiritualidad» en el cine. Una película con buen espíritu puede ayudarnos a imaginar y elegir algo mejor para nuestra propia vida y la de nuestro mundo, algo que tenga más sabor de felicidad, de paz, de convivencia, de amor y de dignidad. Como creyentes cristianos sabemos que ese «espíritu» en hombres y mujeres viene del Espíritu de Dios actuando en nosotros.

¿Puede el cine comercial ser fuente de espiritualidad y no sólo de entretenimiento? 

Como espectadores descubrimos que en la pantalla se cuentan historias tan parecidas a las nuestras que nos hacen emocionarnos e identificarnos, reír y llorar, pensar y soñar. Sí, pasamos un buen rato, pero también nos reconocemos como seres humanos. Muchas películas son un «espejo de la vida», donde cada uno se reconoce y aprende de las experiencias ahí contadas, y que nos hacen entrar en nuestro interior y pensar sobre lo que hemos vivido y queremos vivir.

La experiencia espiritual que provoca el cine en cada persona está hecha de historias vividas y compartidas, de significados de la vida, de sentimientos y cuestionamientos, de movimientos interiores, para aprovechar y discernir, en un diálogo vivo del espectador con la película, consigo mismo y con otros espectadores. No todas las películas lo logran, pero a veces es porque uno mismo como espectador sólo busca «distraerse» con una película.


¿Hay valores espirituales en películas de éxito comercial? 

Sí, por supuesto. En los premios Oscar de este año 2007 lució una película independiente Pequeña Miss Sunshine, que muestra cómo una familia de miembros disfuncionales y fracasados hace un viaje que los lleva a reconciliarse con amor, a aceptarse y valorarse, y a desmontar el falso valor del éxito y la apariencia en un concurso de modelos. Igualmente, la otra cinta taquillera, Babel, muestra en el cruce de varias historias en diversos continentes cómo vamos creando entre nosotros barreras, discriminación, separación, prejuicios, y cómo es el espíritu de compasión, de cercanía humana, de apoyo en las heridas del otro, el que nos va haciendo verdaderos prójimos. Sí, hay películas de éxito comercial que nos abren el corazón y la mirada para ver el mundo que vivimos e imaginar y crear otro más humano.

¿Necesariamente una película tiene que ser «de mensaje» para que aporte algo al proceso humanizador de los espectadores?

El «mensaje» es la vida misma contada a nosotros por la historia filmada para que aprendamos de ella y hagamos nuestra existencia mejor. Las historias en la pantalla son como «parábolas cinematográficas» que entran en diálogo con mi propio espíritu. El lenguaje del cine no es el lenguaje de conceptos, abstracciones, teorías, discursos (esas películas de discursos, mensajes, consejos, no es auténticamente cine ni es arte), sino es el lenguaje del testimonio, de la experiencia, de la narración, y por ello revela el espíritu de los seres humanos, y nos evoca, sugiere, proyecta algo de la vida, de su significado, de su misterio, de su trascendencia.

El cine ¿retrata la realidad o la inventa?

El arte cinematográfico no copia, ni retrata, ni inventa la realidad, sino que la refleja, la recrea, la comunica, la comparte, desde la mirada de un artista, de un realizador (el director, el guionista, y todo el equipo que interviene en una película). Desde esa mirada, una película puede ayudarnos a mirar la realidad de otra manera, desde otra perspectiva, con otros ángulos; nos puede ayudar a redescubrirla, a no quedarnos insensibles o indiferentes ante lo que nos rodea y lo que sucede a otros.

Cuando el argumento del filme toma hechos históricos, o biografías, o representaciones de sucesos o textos conocidos, también es una nueva mirada que nos acerca de otro modo a la historia, las culturas, los lugares, las personas, sin que valga decir que «así fue» exactamente.

¿Qué debemos llevar al cine como espectadores para aprovechar su espiritualidad, para apropiarnos de lo bueno que ahí podremos encontrar?

Al ir al cine llevamos en primer lugar nuestra vida: preocupaciones, preguntas, búsquedas, deseos más profundos, metas por realizar, ilusiones, tristezas y alegrías, sentido de nuestra existencia… Una película bien hecha quizás nos ayude a entrar más en nosotros mismos y en los demás y nos dé luz, horizontes, respuestas, al mostrarnos cómo otros son tan parecidos a uno y cómo han logrado ir realizando su vida. Pero para eso se necesita llevar al cine, sobre todo, una apertura de corazón para mirar, escuchar, recibir, aprender… Lástima que muchos espectadores parece que van al cine a ver cualquier cosa y a pasar el tiempo, pero no a mirar lo que ahí se nos ofrece para nuestra vida. El cine pide educación, atención, capacidad de entrar en una relación personal ¡también con los personajes de la película!

¿Entonces el cine es educativo?

El cine puede educarnos para nuestro bien, pero también puede afectarnos negativamente; depende del espíritu y los valores que ahí se propongan y también del nivel de edad, educación, valores y discernimiento del espectador.

¿Se necesita un cine «católico»?

Todo cine transmitirá el espíritu de quien lo crea y comparte como artista: su credo, su sentido de la vida. Encontramos extraordinarios y valiosos directores de cine que son católicos o de formación cristiana (Tarkovski, Bergman, Wim Wenders, Volker Schölondorff, Kieslowski, Paul Haggis, Walter Salles) y también otros muchos creadores, igualmente valiosos y llenos de espíritu, que no son cristianos (Spielberg, Majid Majidi, Zhang Yimou, Bahman Ghobadi, Fatih Akin). Creo que lo importante no es que haya un cine católico o de otra confesión religiosa sino un cine «espiritual»: aquel cine que comunique lo más hondo y valioso que se mueve en el corazón humano y que nos ofrezca motivos para creer, para esperar, para amar, para hacer nuestro mundo más digno y justo para todos. Juan Pablo II lo dice así: «También en las películas de argumento no explícitamente religioso es posible encontrar auténticos valores humanos, una concepción de la vida y una visión del mundo abiertas a la trascendencia…El cine es un medio particularmente adecuado para expresar el misterio inefable que rodea al mundo y al hombre».


Por fray Gilberto Hernández García, OFM, para El Observador de la actualidad (27/enero/2008)

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